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Crónica de una deriva Cap V

8/11/25

Por

Asdrúbal A Romero M

Sobre la falacia argumental para justificar la claudicación total de la Rectora


Capítulo V- Normalizadores académicos


Todavía hoy día me cuestiono si desarmar a los gremios, a los fines de mantener la universidad abierta, fue la mejor respuesta frente a un régimen que ha demostrado ser voraz con los débiles. Me consuelo pensando que ya no es posible saber cuáles habrían sido los resultados de tomar ese derrotero. El último conflicto de relativa importancia en el ámbito gremial universitario ocurrió en el 2013. Después vino la tempestad, que en anteriores publicaciones mías la he evidenciado con una tabla titulada: “La década del deslave socio˗ económico”. La volveré a utilizar como imagen de acompañamiento de este capítulo. Entre 2011 a 2021, la devaluación acumulada fue del 4.957.716.701.803 % -son tantas cifras que confunden-. El $ pasó de 9,46 a 4,69, pero este último multiplicado por cien mil millones, tomando en cuenta los 11 ceros removidos en dos fechas distintas como se puede ver en la tabla. Eso es equivalente a un terremoto de magnitud 9,5 en la escala de Richter. Produjo el derrumbe de todo el edificio económico del país, llevándose consigo salarios, pensiones, servicios públicos, etc. En esta repentina precipitación hacia un fondo que no hemos terminado de encontrar, está la clave explicativa del funcionamiento a niveles espantosamente mediocres de nuestras escuelas, hospitales y universidades. Sí, universidades también, aunque a través de los medios sus autoridades pretendan vender algo distinto.


En una oportunidad escuché al Dr. Héctor Lucena -consistente investigador ucista de los temas laborales- decir, que el principal ariete de destrucción había sido convertir el trabajo en las instituciones de educación y salud públicas en algo que había dejado de tener sentido para las personas que laboraban en ellas y para las que aspiraban a hacerlo. Yo me imaginaba una gigantesca bola de acero demoliendo un edificio, mientras le prestaba atención a su exposición. Tal cual fue, no solo los salarios se evaporaron, sino también los presupuestos para la operación y mantenimiento de laboratorios e infraestructura. Si mi sueldo mensual a octubre de 2025 a tasa oficial BCV -recién constatado en un intranet UC que funciona por ratos y en muy baja forma- no alcanza ni los nueve dólares, siendo yo uno de los profesores con mayor antigüedad académica, debo presuponer que esa es la realidad salarial para la inmensa mayoría de los docentes ucistas. No incluyo en este retrato a los perceptores de prima directiva, ni tampoco los bonos que “generosamente” concede el gobierno, porque esos pueden estar hoy sí y mañana no, dependiendo de la discrecionalidad superior que podría aplicarse a nivel de todo el colectivo o a nivel individual como herramienta de retaliación -no debería extrañarnos que esto ocurriese en un futuro muy próximo si no son desalojados del poder-. Con estos niveles salariales es difícil contradecir a quienes especulamos que la calidad académica debe haber disminuido significativamente.


Se me ha informado que a los docentes a dedicación exclusiva se les diseña la carga de clases para que tengan que ir a la Universidad uno o dos días a la semana, igual que en las escuelas públicas. Es una realidad que no despliego con el fin de criticar a los profesores, todo lo contrario: más bien hacen mucho por lo que les pagan. La “Dedicación Exclusiva” ha muerto y negar que esto tiene impacto sobre la calidad de la docencia que impartimos y la investigación es ocultamiento de la realidad. Muchos profesores realizan un loable esfuerzo, me consta, dan mucho más de lo que reciben. Otros no pueden dar todo lo que quisieran, enfrentan en su vida familiar demasiadas restricciones económicas que ponen un límite a sus capacidades y buenos deseos. Otros se aprovechan para dar muy poco. Esta es la realidad que pesa toneladas. ¡Qué además predecimos en aquellos años! La lengua se nos puso roma de tanto advertir que la Universidad, tal cual como la habíamos conocido se había tornado INVIABLE. Si las autoridades de turno se abocaran a establecer un mecanismo de auditoría del nivel alcanzable de calidad académica con los escasos recursos que manejan sus universidades, entonces podrían acallar las críticas de quienes pensamos que esa calidad anda muy mal, por no decir que en niveles infames. Esto en el supuesto, para mí negado, de que dicha auditoria arrojara resultados favorables, o sea, que a pesar de los pesares nuestra calidad de formación no hubiera disminuido -o lo hubiere hecho en un porcentaje reducido-. Por otra parte, si la auditoría arrojara la dantesca realidad prevista, entonces al menos nuestras instituciones estarían siendo transparentes ante el país, informándole de su genuina realidad. Aclaro que esta reflexión tiene validez nacional y no se restringe a la UC.


Retornando a la UC, por Madrid vino el prof. Ulises Rojas, Vicerrector Académico. Lo trajo una gestión personal muy importante que debía realizar, pero igual tuvimos el espacio para un almuerzo con nuestro común amigo, Rubén Pérez Silva. Hablamos del país, de la Universidad, de IPAPEDI, recuerdo haberle comentado lo valiente que me parecía que todavía quisiese ser rector, considerando el poco margen que daba el régimen para poder resolver los ingentes problemas de la institución. Fue en esa ocasión que se me ocurrió, de repente, lanzarle una idea.


<< ¿Por qué no agarras la vieja comisión de Auditoría Académica, que todavía depende de tu vicerrectorado, y le haces una reingeniería para convertirla en una comisión auditora de la calidad académica con la que estamos pudiendo operar?   Sería una forma muy elegante e institucional de transmitirle al país la verdad de lo que nos está ocurriendo. Cada período académico, dispondríamos de información sobre cuantas asignaturas de laboratorio se pudieron abrir y que porcentaje de prácticas fue posible concretar. Monitorearíamos el porcentaje real de docencia presencial por cátedra. Se pueden diseñar encuestas para que alumnos y profesores comenten sobre cómo se ha podido llevar a cabo el proceso de enseñanza aprendizaje. A lo mejor, hacerlo para toda la universidad demanda demasiados recursos, se podría hacer cada período sobre una muestra aleatoria. Al menos, presenta la idea al Consejo Universitario>>.


Ulises me respondió que le parecía muy interesante la idea, que la llevaría al máximo organismo. No sé si lo hizo. Pensé que si la llevaba, la Rectora no le permitiría ejecutarla. A mediados del deslave, predicando todavía en Venezuela sobre la “inviabilidad”, me había dado cuenta de que la Rectora era la primera censora de cualquier información, que pudiese emitirse extramuros sobre las severas dificultades que estaban enfrentando las diversas direcciones operativas de la UC para dar repuesta a los problemas de funcionamiento. No la entendía, de verdad. La ciudadana rectora era la gestora del ocultamiento ante el país de la realidad que estaba aquejando a su universidad. Decir que el presupuesto aprobado no alcanzaba, era más de lo mismo. Había que iluminar al país con datos, escandalosos por cierto, como el siguiente: todo el presupuesto de mantenimiento de la planta física no alcanzaba ni siquiera para comprar un breaker eléctrico para alguno de los edificios más grandes. La Universidad se fue haciendo dependiente de las migajas extras que le pudieran dar los jerarcas chavistas, a cambio de las gracias y el silencio que, de manera progresiva, tuvo que haberse tornado “conscientemente cómplice”. Por supuesto, también se fue haciendo dependiente del financiamiento que con su actividad ultra sub pagada le han aportado los trabajadores.


Continué rumiando en mi cerebro la idea expuesta al Vicerrector y en octubre de 2022 -hace tres años-, publiqué “La transparencia universitaria estos días”[1]: << Lo que se propone es una transparencia de cara al país: desnudarnos ante él a fin de dejarle ver de qué manera estamos intentando cumplir con nuestra misión educativa. Planteo, puesto en otros términos, que las universidades le hablen claramente al país, con el objetivo de mantenerle informado sobre el tipo de docencia que las circunstancias actuales les están permitiendo concretar. Esto, en pasadas épocas quizás no se percibió tan necesario aunque fuese lo deseable, pero ahora es de vital importancia>>. No se ha producido ninguna muestra de sinceración alineada con esta idea. Todo lo contrario: nuestras autoridades se han convertido en agentes encubridores de nuestra realidad. Se han constituido en las primeras normalizadoras de todo el funcionamiento anómalo en nuestras máximas casas de estudio. Se encargan del trabajo sucio, para conveniencia del régimen, de hacerle creer al país que sigue teniendo unas universidades como las de antes, que continúan figurando en los rankings de las mejores universidades del mundo. ¡Por Dios! A los que estamos adentro no pueden engañarnos, salvo a quienes les convenga ser engañados.


En este orden de ideas, la cuestión hoy día no es si mantener la universidad abierta o no. La Universidad va a estar abierta, con autoridades que se asuman y se presenten como no simpatizantes del oficialismo, o con autoridades designadas por el régimen. Así de sencillo. La verdadera pregunta que deberíamos plantearnos en la actualidad, es si un rector que quiera gestionar su universidad con independencia de los deseos políticos del régimen, puede hacerlo o no. Es decir, aterricemos al asunto con un ejemplo: ¿Podría el rector de una de nuestras universidades anunciar que se va a mantener una auditoria del nivel de calidad académica con la que su universidad está operando y hacer accesible a todos los ciudadanos que lo deseen los resultados de dicha auditoría? ¿Qué creen ustedes? Si el régimen dejara un margen para ello, se podría aceptar que vale la pena resistir y tratar de mantenerse en la rectoría, porque además de mantener la universidad abierta, se estaría cumpliendo con el objetivo de serle transparente al país. Pero, si el régimen, además de haber destruido las capacidades de la institución que gobiernas, te amenaza, te extorsiona, hace todo lo posible para impedir que seas transparente con tus compatriotas e informarles de la destrucción que están consumando; si lo que quieren los narco˗ cabecillas es convertirte en un “vendedor de humo” para ellos, en un vulgar cómplice, entonces: ¿Qué sentido tiene seguir ostentando el cargo de rector? El tema se convierte en uno de dignidad personal.


Me recuerda esta interrogante otra conversación que sostuve con el Magnífico ex rector de LUZ, Ángel Lombardi, cuando visité a mi terruño maracucho en el 2024. Hablamos, largamente, sobre cine, de los recovecos políticos del país, pero era inevitable para dos personas que hemos vivido para la Universidad el que recaláramos pasando revista a la muy tensionada relación entre los rectores de nuestras universidades y el régimen -estaba muy bien informado de lo que sucedía en Carabobo-. Coincidimos en que se había llegado a un punto en el cual, muy probablemente, lo dos hubiésemos preferido renunciar. Cuando se me pretende justificar la conducta de la prof. Divo, diciendo que ella tiene que “doblarse” -nótese que apelo a la novel acepción de este verbo propuesta por uno de nuestros más preclaros filósofos en el ámbito nacional (Ramos Allup)-, porque “la UC tiene que mantenerse abierta”, yo respondo con contundencia que tal justificación no es más que una falacia argumental en toda regla. Lo que queda de aquel discurso suyo elegante de otra época: <<en mis manos no se perderá la Universidad>>, es un relato de justificación política para mantenerse en el poder a toda costa. Una narrativa engaña bobos que dejó de tener sentido cuando lo que se viene gestionando es un remedo de universidad que lo que da es pena y mientras, extramuros, se vende humo del bueno en beneficio del régimen.


Ya no somos una universidad popular, ni podemos formar recursos humanos con la calidad requerida. La investigación ha caído al suelo Tampoco somos una universidad democrática. Ni autónoma, hasta el manejo de las simples nóminas les fue quitado. ¿Qué le quedaba en ese escenario de devastación de sus competencias? Reptar, no doblarse sino reptar en esa reunión de lobos del narco- régimen del 16 de septiembre. Una experta en narco cultura me comentó una vez: <<ellos -los narcos-, después de que te les rindes, siempre van a exigirte más y más, nunca van a estar del todo satisfechos contigo sino hasta que te les humilles>>. Dicho y hecho, para llegar a esa patética entrega, mejor haber dimitido antes.


Renunciar sería cobardía, me chatean algunos, hay que quedarse resistiendo. Y yo les pregunto: ¿De cuál resistencia me hablas? ¿Qué parte de la destrucción es la que estamos impidiendo? ¿Dónde está la valentía si has escenificado en cadena nacional tu rendición moral de manera inolvidable? ¡Claudicación total!  Lo que le resta es renunciar. ¡As soon as possible! Repito, ese lema discursivo: necesitamos a la universidad abierta, así sea con una rectora reptando, es una falacia argumental. Tiene todo un coro en la UC cantándoselo todos los días, como si fuese una homilía. Algunos lo harán porque creen en ello, no lo descarto. Se quedaron en el pasado, inconscientes, con esa música tan pegadiza. Otros, los más vivos, lo hacen, no porque defiendan a la Universidad, simplemente están protegiendo sus espacios de influencia, poder y gestión dentro de la institución. No son más que una versión “académica” de los NORMALIZADORES alacránicos y empresariales.


[1] https://www.asdrubal-romero-blog.com/news/la-transparencia-universitaria-estos-d%C3%ADas




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