La frontera verde
20/6/24
Por
Asdrúbal A Romero M
Agnieszka Holland: <<No tiene sentido hacer arte si no nos esforzamos por cuestionar los problemas reales>>

Bajo esta denominación se engloba a una extensa área boscosa y pantanosa que cubre una porción de la frontera entre Polonia y Bielorrusia –también identificado como el Parque Nacional de Bialowieża en el lado polaco–. En esa zona se ha venido escenificando en los años más recientes, una de las tragedias migratorias más duras que aqueja a Europa. Es el caso que el dictador bielorruso Lukashenko, amigo de Putin, Chávez y Maduro, ha propiciado una política que incita a los refugiados de muy diversas nacionalidades a utilizar dicha frontera como entrada por la “puerta de atrás” a Europa. Del otro lado, desde el 2015, con el advenimiento al poder del partido Ley y Justicia, el gobierno polaco ha dado un giro hacia políticas más conservadoras y nacionalistas e, incluso, ha protagonizado varias confrontaciones con el progresismo imperante en la Unión Europea.
Es en este contexto político en el cual se desarrolla el argumento del film Green Border, de la muy reconocida y veterana directora polaca Agnieszka Holland. Premio especial del Jurado en el Festival de Venecia 2023; nominada ese año como candidata a mejor cinta europea pero que no lo fue al Óscar, en el renglón de mejor película en lengua no inglesa, porque su país de origen no la nominó. Este film causó una gran polémica en Polonia y las razones para ello se harán evidentes en pocas líneas. En él se narran, principalmente, las trágicas vicisitudes a las que se tienen que enfrentar un pequeño grupo de refugiados, integrado por una familia siria –el abuelo, su hijo y su esposa con sus tres hijos– y una profesora afgana que emigra sola. Todo comienza en la placidez de un avión que los traslada a Minsk, desde allí la familia siria será conducida hacia la frontera para pasar al lado polaco, donde alguien les esperará para facilitar su traslado aéreo hacia Suecia. Toda la ruta ha sido planeada y pagada con anticipación por el cariñoso tío de los niños, el hermano de Bashir, quien ya es residente europeo.
Desde las primeras imágenes captadas en un virtuoso blanco y negro que les acompañará en todas sus peripecias, se presiente la tragedia. Efectivamente, todo parece encarrilarse muy bien hasta que ya en territorio polaco, son capturados por una patrulla fronteriza que además de maltratarlos sin piedad les devuelve “en caliente” al lado bielorruso. Es así como nos enteramos que los migrantes de esa frontera verde no son tratados como otros cuando ya pisan suelo europeo, sino que se convierten en objetos de un peloteo tipo “ping pong” ejecutado por las guardias de los respectivos países. En la zona se produce entonces una acumulación de refugiados que pueden pasar meses en ese limbo en el que son maltratados de lado y lado por verdaderas bazofias humanas. En una escena, uno de los refugiados, magrebí porque allí concurren también ciudadanos provenientes del continente africano, protesta airadamente porque ya le han hecho pasar la frontera seis veces sólo para convertirse en maltratado objeto de devolución. Su protesta recibe como respuesta otra ración de palos.
Debe quedarles muy claro: Green Border es una película muy dura. Me resultó inevitable que, en medio de la sala de cine, mi cerebro comenzara a elucubrar paralelismos con lo que puede ocurrirles a ingenuos compatriotas venezolanos cuando, por desesperación, deciden lanzarse al vacío de confiar en la supuesta bondad de quién sabe cuál más horrendo tipo de piltrafa humana se van a encontrar en la ruta. Pero, afortunadamente, la Holland le da un giro a su película después de una primera parte muy intensa. No se queda en el regodeo persistente del detallado sufrimiento de la familia siria. Incorpora a través de una estructura de capítulos, las miradas de la infausta situación desde otras perspectivas.
Es el caso de un guarda polaco que padece de frecuentes ataques de vómito nocturno, como síntoma de su rechazo sicológico a la conducta cruel y masoquista en extremo de sus colegas. La cual, tal como se muestra en otra escena de la película, es instigada desde altos niveles de la administración pública. Uno de los jefes que les visita para adoctrinarlos, habla de los refugiados como individuos que no merecen el respeto de ser tratado como seres humanos. Otra mirada es la de los jóvenes activistas que penetran la zona de exclusión –el área conflictuada a la que no pueden acceder los ciudadanos comunes–. Desafiando con valentía el riesgo de ser condenados a prisión por varios años, acuden allí subrepticiamente para tratar de socorrer en algo, con alimentos y atención médica, al bolsón de refugiados que permanece en el limbo fronterizo. De nuevo, en este capítulo, sufrimos el ataque como espectadores de severas pinceladas trágicas. Sin embargo, es la faceta de Green Border que nos reconforta con nuestra condición de seres humanos. Me preguntaba yo: si en el caso del paso por el Darién se daría también el concurso de activismo socorrista como el que admiraba en la película.
En definitiva, Green Border es una película muy compleja con dos horas y medias de duración, en la que no todas las sub tramas que se plantean son resueltas. La familia siria desaparece y reaparece a lo largo del film y, al final, tenemos una buena idea del drama desgarrador que les ha tocado sufrir y también de su futuro inmediato. A mí me ha parecido una extraordinaria película, a pesar del sufrimiento pero es que de eso se trata. Concuerdo con las siguientes palabras de su directora: <<mi sensación es que no tiene sentido hacer arte si no nos esforzamos por cuestionar los problemas reales, aquellos que son dolorosos y a veces insolubles, y que nos obligan a tomar decisiones difíciles>>.
Y para nosotros, los espectadores, no tiene sentido apreciar el séptimo arte si no estamos dispuestos a sufrirlo, en cuanto a su capacidad de registrar todas las dimensiones de la actuación humana sobre la tierra. Holland no hace concesiones con su película– denuncia: ni hacia Europa, ni hacia su gobierno, ni hacia quienes acudimos a verla. Por esto, la considero un escalón por encima de Io Capitano, película que ya les comenté en anterior oportunidad y que también trata sobre la crisis migratoria que aqueja a Europa a través de múltiples fronteras. Afirmar esto implica que me he mojado bastante –como se dice aquí en España–, porque ya sabemos que Io Capitano sí fue nominada al Óscar.
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