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Pensar la lluvia

11/5/25

Por

Dr. Carlos Rojas Malpica

Una reflexión poética desde el conocimiento de nuestro cerebro


Alguna vez leí que lo sentido es superior a lo pensado, y lo pensado superior a lo dicho. En eso basó Antonio Damasio, el neurocientífico lusitano y norteamericano, su demoledora crítica contra René Descartes. La primera estación es el sentimiento y no el pensamiento. Según Damasio, no es "pienso, luego existo", sino "siento, luego existo". Es difícil hacer esa distinción por mera introspección, porque tendemos a colocar como fenómeno primero a lo que llega a la conciencia. No nos damos cuenta que la conciencia es como la superficie de un río, donde se proyectan todas las fuerzas hidráulicas que se generan desde el lecho, a menudo arremolinadas, turbulentas, irregulares y caprichosas.


Con la lluvia pasa algo parecido, antes de registrarse en la conciencia, ya se siente en el cuerpo. El "tiempo de lluvia" es una vivencia, y como tal, tiene una parte que se vive en la conciencia, y otra, muy profunda, que se registra en el cuerpo. El canto de las paraulatas y el chirrido de las chicharras antes de la lluvia, proceden de una sensación corporal. Después, la paraulata parada en la ramita, anuncia con fuerza y trino firme que es buen momento para aparearse. El olor a lluvia y el cambio climático, la nubes que ocultan la luz detrás de un cielo plúmbeo, actúan como el flechazo de Cupido y su ponzoña erótica en el cuerpo de algunas aves, diminutas miniaturas místicas.


Pars nosotros, los seres humanos, poco atentos a las palabras de la meteorología, la lluvia se da en simultáneo como sensación corporal y como vivencia. El olor de la tierra mojada, los chorrerones bajando por la mediagua de la casa hecha con techos de zinc y palma, el aroma del maíz tierno en las praderas de Lagunitas, y los pericos revoloteando sobre las mazorcas, son recuerdos de una grata infancia campesina, que regresan con los cielos encapotados de Valencia. No es lo mismo para quien solo ha visto derrumbes, devastación, atascos de tráfico, alcantarillas desbordadas y obstrucciones al variado fluir de la vida cotidiana en Caracas.


Pensar y sentir la lluvia tiene algo de idiosioncrático y misterioso que recomiendo observar con atenta e íntima introspección


Saludos


Carlos Rojas Malpica


Valencia, mayo de 2025

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